Chapter Ultimas 163
Capítulo 163
Al regresar al hotel, cuanto más pensaba en los eventos de ese día, más me convencía de que algo estaba mal.
¿Por qué Amelia necesitaba saber quién era yo, incluso si estaba buscando pacientes terminales?
¿O será que acaso todo esto fue planeado por ella desde el principio, y el accidente de mi padre le dio la idea? ¿Ella recluta a los pacientes terminales del hospital para que trabajen para ella?
Y en cuanto al anciano de limpieza, fue demasiado extraño, sentí que me estuvo evitando todo el tiempo.
Pero al final, con mucho cuidado, retiró un pedazo de plástico que se había pegado a mi ropa y luego me dio unas palmaditas.
Esos pequeños gestos, aunque parezcan casuales, ¿quién los haría si no conociera a la persona?
Luego recordé su mano quemada… De repente me di cuenta, ¿Acaso esa persona era Gonzalo Sainz, el padre de Cayetana?
La idea de que podría haber visto a Gonzalo, me hizo desesperarme para ir confrontarlo en el hospital. Si nunca se fue del país, ¿por qué no fue a buscarme? ¿Qué estuvo haciendo todo este tiempo en Tijuana?
Con cada pregunta, sentí que me volvía loca por no poder encontrar la verdad.
Apenas abrí la puerta de la habitación, Jonathan entró luciendo algo cansado.
“¿A dónde fuiste? ¿No habías ido al hospital?”
Rápidamente le conté sobre mi posible encuentro con Gonzalo.
Él me miró con duda. “¿Estás segura? Los hospitales son muy cuidadosos con sus contrataciones, definitivamente revisaron los antecedentes de ese hombre.”
E
“Pero, ¿y si alguien vende información falsificada? Y además, un limpiador, no sería tan rigurosamente verificado como el personal de enfermería, ¿verdad?”
Había pensado en la teoría de que si Gonzalo no había sido encontrado, era porque estaba justo debajo de nuestras narices.
Si había estado todo el tiempo en el país, ocultándose a plena vista, podría estar vigilando todos sus movimientos. Si intentaran algo contra Cayetana, él podría llevar las pruebas a la policía.
“No, tengo que volver al hospital. ¿Y si se escapa?”
En ese momento me sentí cada vez más cerca de la verdad, por lo que no podia esperar más.
Pero Jonathan me detuvo. “Ya dijiste que tanto Amelia como Gonzalo te conocen, no sería prudente que fueras. Si apareces repetidamente en el hospital solo alertaría a los demás, lo mejor es que yo mande a alguien.”
Después analizarlo de esa forma, me di cuenta de que estaba siendo demasiado impaciente, por lo que me senté a pensar en frío.
Al día siguiente, recibimos malas noticias: el anciano de limpieza había pedido días libres.
“Dijo que tenía un asunto familiar y pidió cuatro días de descanso. Como nunca antes había pedido ausentarse, el hospital accedió. Estos son sus documentos y número de identificación, todo parece estar en orden.“!
Mirando la foto de un rostro desconocido, negué con la cabeza. Ese ombre no era Gonzalo.
Cuando Begoña fue al hotel, ambos nos sentíamos frustrados.
Pensamos que habíamos encontrado una pista, pero resultó ser un callejón sin salida.
“¿Qué pasa? ¿Me extrañaste? ¿Por qué no te mudas de vuelta?”
Antes de explicar el propósito de su visita, soltó una risa.
“Caye quería ir al salón de juegos, así que la llevé. Me dijo que a principios de año recibió un paquete con ropa que le pertenecía, creyendo que su padre se lo había enviado. También sospecho que Gonzalo no está muerto, y que quizás todavía esté en el país.”
Jonathan y yo nos miramos, sin decir una palabra.
Si todavía estaba en México, entonces, quizás ese anciano Gonzalo, sí era él.