Chapter Tras mi renuncia el CEO luchó por mi amor Capítulo 19
Capítulo19 Trajo a una mujer
Caminaron hacia el costado del coche, y Eduardo ayudó a abrir la puerta del coche. En el instante en que la puerta se abrió, Ximena sintió claramente un escalofrio aterrador que salió disparado desde el interior del vehículo. Mientras su corazón se hundia, las palabras rudas de Alejandro resonaron en sus oidos: -i Entra!
Ximena tragó saliva con fuerza y nerviosismo, y se sentó temblorosa en el coche. Antes de que pudiera acomodarse, Alejandro alzó la mano y sujetó su mentón, obligándola a levantar la cabeza para enfrentar aquellos ojos coléricos capaces de reducirla a cenizas.
El rostro del hombre estaba lleno de hostilidad, apretando los dientes mientras rugia: Ximena, ¿ignoraste completamente lo que te dije?-Ximena palideció y trató de explicar: Alejandro, no es lo que viste…
-¿Cómo es entonces?-interrumpió Alejandro–Ximena, solo creo en mis propios ojos.
Cada palabra que decía Alejandro iba acompañada de una mayor presión en su
agarre.
Ximena sintió dolor, las lágrimas amenazando con brotar. ¿Cómo podía hacerle entender Alejandro? ¿O tal vez cualquier explicación sería en vano? Sabía que no era lo que él pensaba haber visto.
Los ojos oscuros de Alejandro se clavaron fríos en Ximena. El pensaba que ella aprendería a ser sumisa. Por eso, anoche, cuando aceptó sin ordenarle a Eduardo que la siguiera, confiaba en que ella no lo traicionaría. Pero ¿qué había hecho ella con esa confianza?
-¡Habla ya! -rugió Alejandro entre dientes, su rostro sombrío lleno a Ximena de tanto miedo que le costaba respirar.
Ximena, conteniendo sus lágrimas, sofocó sus emociones y le preguntó: -¿Y tú qué?
Los ceños de Alejandro se fruncieron aún más.
-Alejandro, ¿te enojaste tanto por tu orgullo o es tu posesividad la que te
domina? ¿Quieres encontrar a tu amante ideal mientras me aferras a tu lado? ¿ Has considerado alguna vez mis sentimientos?
-¿Sentimientos? Alejandro sonrió fríamente, sus palabras frías como el hielo -Ximena, déjame aclararte que como la amante, no tienes derecho a tener
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sentimientos. *
Alejandro retiró la mano y la empujó con fuerza, dirigiéndose hacia la puerta del
coche y gritando
Eduardo!
Eduardo subió rápidamente al coche.
Señor.
-¡Vamos derecho de regreso a Valleluz!
Si.
De vuelta en Valleluz, Alejandro arrastró a Ximena del coche con rudeza. Ximena tambaleó varias veces debido al dolor en sus pies y estuvo a punto de caer al suelo en varias ocasiones. Pero Alejandro no le prestó atención, la arrastró hasta el interior y la arrojó sobre la cama.
En el instante en que Ximena levantó la vista, el cuerpo alto y fornido del hombre estaba encima de ella. Ximena sabía lo que Alejandro planeaba hacer, pero al pensar en el niño en su vientre, se esforzó por resistir su avance.
-¡Alejandro! ¡No puedes hacer esto!
El brazo largo del hombre apretó fuertemente sus manos, presionándolas sobre su cabeza. Mientras tanto, su otra mano arrancaba bruscamente la ropa que tenía delante mientras gritaba enojado: -¡Deberías entender cuál será el resultado si te resistes a mi!
Frente al desahogo de Alejandro, las lágrimas en los ojos de Ximena no dejaban de caer. Poco a poco, se rindió ante la lucha inútil. Como un pez muerto, se dejó llevar por los mordiscos del hombre…
Después de dormir profundamente durante toda la tarde, Ximena finalmente abrió sus cansados ojos cuando doña Alicia subió a llamarla para cenar. Se cambió de ropa y abrió la puerta. Doña Alicia la miró con preocupación: Señorita Pérez, el señor…
-Doña Alicia, no quiero oír hablar de él–respondió fríamente. En ese momento, Ximena no quería ni siquiera mencionar el nombre de Alejandro. Su egoísmo la asustaba, haciéndola desear escapar.
Doña Alicia continuó:
No es eso, señorita Pérez. El señor trajo a una mujer aquí.
Un destello de sarcasmo cruzó los ojos de Ximena. Él la humilló y cuestionó
debido a la presencia de otros hombres cerca de ella. ¿Y ahora qué? ¿Era esto una venganza?
Ximena ya tenia poco apetito y ahora se sentía aún menos inclinada a comer. Su voz sono fría y decidida: Entendido, no bajaré.
Doña Alicia parecia incómoda: El señor dijo que debes bajar…
Ximena soltó una risa fría en su interior. Para no causarle problemas a doña Alicia, se vio obligada a bajar.
Cuando entró al comedor, vio a Manuela riendo mientras le servía comida en el plato a Alejandro. Alejo, ¿te ayudo a pelar los camarones?
Tal vez había oído sus pasos, porque Alejandro levantó la vista. Cuando vio a Ximena, su rostro se tornó frío y afirmó con la cabeza: -Está bien.
Siguiendo la mirada de Alejandro, Manuela también levantó la vista. Al ver a Ximena, sus ojos destellaron brevemente con malicia. Y al instante siguiente, se puso de pie con una sonrisa: -Señorita Pérez, has venido. Por favor, tome
asiento. 4
Su tono era tan familiar que daba la impresión de que Ximena era la invitada en
esa casa. #
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Capítulo20 No te enfades