La Traición Silvia G. Rivero novela completa

Chapter Capítulo 41



Capítulo 41 

Irene nunca había recibido este tipo de trato. Mientras luchaba, maldecia: “Ainhoa, te atreves a pegarme, verás si no hago que tu padre muera en la cárcel!” 

Al mencionar a su padre, Ainhoa se enfureció aún más y aumentó la fuerza de sus manos en lo que decía: “Si tus padres no saben educar a una hija, pues yo me encargaré de enseñarte una lección.” 

Irene era más bajita que Ainhoa y, además, había sido mimada desde niña, no tenia ninguna oportunidad contra Ainhoa. Minutos después, tenía la cara tan hinchada que parecía una cabeza de cerdo. 

Dolorida, gruñó: “Ainhoa, ya me las pagarás!” 

Dicho esto, se cubrió la cara y salió corriendo. Ainhoa miró sus palmas ligeramente rojas, y el rencor en sus ojos no disminuyó. Los problemas que Irene le habia causado no se resolverían con solo un par de bofetadas. Cuando finalmente había salido del lodo años atrás, entonces Irene intentaba empujarla de nuevo al hoyo, ella no lo permitiria. 

Después de arreglar todo, Ainhoa volvió a su oficina a trabajar. Media hora más tarde, Pablo entró corriendo hasta su escritorio diciéndole: “Secretaria de la Vega, el presidente Castro te busca, la señorita Garcia se ha quejado de que la golpeaste.” 

Él la miró preocupado y le comentó: “La señora Castro vino con él, no me gusta cómo pinta esto, ten cuidado.” 

Ainhoa se levantó de su asiento con calma y dijo tranquilamente: “Yo no me hago cargo de cosas que no he 

hecho.” 

Dicho esto, se dirigió sin miedo hacia la oficina del presidente. Al entrar, vio a Irene llorando en los brazos de la señora Castro, las lágrimas corrían por su rostro, decia: 

“Enzo, ya no me duele la cara, pero si vuelvo a casa asi, mi padre y mi hermano no dejarán en paz a la secretaria de la Vega. Por el asunto con la señorita López, ella tiene algo contra mi, lo entiendo, dejar que desahogue su ira conmigo no es gran cosa. Solo no le causen problemas a la Secretaria de la Vega, ella una vez me donó sangre, y no puedo olvidar ese favor.” 

Ainhoa casi se ríe en voz alta. ¡Qué desperdicio que esta zorra, Irene, no estuviera en el mundo del espectáculo! 

Miró a todos en la habitación y dijo serenamente: “¿Qué le pasó en la cara a la señorita García? ¿Tiene algo que ver conmigo?” 

La señora Castro la miró furiosa gruñendo: “Ainhoa, golpeaste a alguien y todavia quieres negarlo? ¿Cómo puede una mujer asi ser la jefa de secretarias? Enzo, exijo que la despidas ahora mismo y le pidas disculpas a Irene de manera formal.” 

Ainhoa sonrió friamente: “¿La señora Castro me vio golpearla?” 

“Irene lo dijo, ¿acaso va a mentir?” Aseguró la señora Castro. 

“La señora Castro también se graduó de una universidad prestigiosa, si no me equivoco, su especialidad es derecho. Como graduada de la facultad de derecho, aunque ya tenga sus años, debería recordar las leyes y regulaciones básicas. Para acusar a alguien, se necesitan pruebas y testigos. Entonces, ¿hay alguien más además de Irene que haya visto que yo la golpeé? ¿Hay pruebas de que los golpes en su cara son mios? Si no es asi, le pido a la señora Castro que no difame a una persona inocente sin razón.” Afirmó muy segura Ainhoa. 

La señora Castro quedó en shock. ¡Esta maldita mujer, cuándo se volvió tan aguda y encima se atrevía a insinuar que ella estaba vieja!/ 

Furiosa, apretó los dientes, dijo: “Enzo, mirala, no parece en absoluto una jefa de secretarias, ¿qué diferencia. hay con una loca de bar?“/ 

‘Señora Castro, centrémonos en los hechos y no hagamos ataques personales, de lo contrario, también optare 

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por medidas legales para protegerme.” Aseguró Ainhoa. 

Enzo observaba cómo las dos mujeres discutian sin cesar, frunciendo el ceño. Conocía bien el carácter dominante y opresivo de su madre, la mayoría de la gente se amilanaba ante ella. La Ainhoa que tenía delante era como un gatito salvaje con el pelo erizado, si no le daba una lección, quién sabia qué problemas podría 


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