La Traición Silvia G. Rivero novela completa

Chapter Capítulo 36



Capítulo 36 

Leonor con mucho cariño y empatía le dijo: “Ainhoa, no pasa nada, aún me tienes a mí, a lker, a Martin, todos te queremos mucho y nos preocupamos por ti. No vamos a permitir que te lastimen en el futuro.” 

Aquella noche, Ainhoa no durmió nada bien, tuvo varias pesadillas seguidas. Cuando despertó por la mañana, tenía los ojos morados de tanto llorar. Pero la vida sigue, su padre la estaba esperando para ser rescatado, y ella tenia que ser fuerte. Ainhoa ingirió el nutritivo desayuno que Leonor le habla preparado. Se puso un traje de alta costura para el trabajo y se maquilló delicadamente. Condujo hasta el Grupo Castro. Nada más entrar en la oficina, escuchó la voz fanfarrona de Eva que no paraba de reclamar en cada paso que daba: 

“¿Quién hizo estas actas de reunión? ¿Por qué no se asignaron los responsables de cada proyecto?” “¿Quién ha limpiado la oficina del presidente Castro? ¡Hay un cabello en el suelo!” “Llevas años con el presidente Castro, ¿y ni siquiera puedes preparar un café decente?” 

Ainhoa sonrió con ironia, apoyada en la puerta de la oficina. Sus hermosos ojos almendrados destellaban. Ahora finalmente entendia por qué Eva la había traicionado. Resulta que quería ocupar su lugar. Ella soltó una risita, con un tono suave y agradable diciendo: 

“Vaya, Eva, impones tanto que casi no me atrevo a entrar.” 

Al escuchar su voz, todos en la oficina del presidente abrieron los ojos de par en par. 

La secretaria Belén Suárez corrió hacia ella inmediatamente preguntando: “Secretaria de la Vega, ¿has vuelto a trabajar?” 

Ainhoa asintió con indiferencia. De repente, se escuchó un coro de vitores en el lugar. 

“Qué alegría, la Secretaria de la Vega ha vuelto, ya no tendremos que aguantar más sus desplantes.” 

Eva soltó una risita desdeñosa soltando: “¿Y qué? Ahora yo soy la secretaria principal del presidente.” 

Ainhoa sacudió su cabello castaño y caminó con sus tacones hacia Eva. 

“¿Ah, si? ¿Y qué más da? El Presidente Castro me ha pedido que vuelva, y la primera condición aceptado es, recuperar mi antiguo puesto.” Le dejo caer en claro a Eva. 

que he 

Antes, ella era muy discreta, nunca alardeaba de nada delante de los demás. También cuidaba mucho a sus compañeros, y ayudaba en lo que podia. Pero ahora veia claro que hay gente a la que no puedes complacer. aunque la ayudes; como esta Eva delante de ella. 

Eva la miró desafiante en lo que decía: “No lo creo, jestás mintiendol Denuncié a la señorita García y eso me valió el puesto, el presidente no rompe su palabra.” 

Ainhoa sonrió con calidez y gracia sugiriéndole: “Puedes preguntarle en persona si quieres, pero antes de hacerlo, deberíamos saldar nuestras cuentas. Si me acusaste de incriminar a Irene, ¿no deberias devolverme el dinero sucio que te preste para destruir las pruebas?” 

De repente, la que había sido tan amable y suave, se volvió fría y aterradora. Mirando a Eva desde arriba, la acorraló poco a poco. Eva nunca habia visto a una Ainhoa tan aterradora, en su mente, Ainhoa siempre habia sido fácil de manipular y fácil de engañar. Al principio, con solo llorar, Ainhoa la ayudó a ella y a su novio a conseguir trabajo aqui. Cuando se quejó de que no tenia dinero para comprar una casa, Ainhoa no dudo en prestarle cien mil euros. Eva envidiaba a Ainhoa por su buen linaje y por tener una cara que había cautivado incluso a Enzo. 

Eva apretó los dientes en secreto diciendo: “Te pagaré pronto, y no te alegrarás por mucho tiempo!” 

Dicho esto, salió corriendo. 

La oficina del presidente estalló en alabanzas: “Secretaria de la Vega, ya era hora de que hicieras eso. La tratabas como una amiga, pero ella jugaba sucio a tus espaldas. Esa clase de gente merece ir al infierno.” 

Enzo, que habia estado observando todo a través de las cámaras de seguridad en su oficina, sonrió 

involuntariamente. Siempre habia conocido a Ainhoa como una mujer gentil y elegante, que nunca peleaba con sus colegas por pequeñeces. Era la primera vez que veía a Ainhoa tan imponente. Tomó el teléfono y marcó la extensión interna. 

“¡Secretaria de la Vega, pase!.” Ordenó. 


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