El despertar del Dragón

Chapter Capítulo 2444



Afortunado
Al principio, Jaime pensó que los dos hombres lo habían alcanzado. Pero cuando se puso en pie y se asomó, vio a un feroz
león gigante que lo miraba con ojos depredadores.
Se le veían los colmillos en la boca, que apestaba a hedor cobrizo de sangre, y seguía rugiendo por lo bajo.
—Jaja... ¡Te lo mereces por abrir la boca! Ahora, ¡estás en problemas!
Al ver al león gigante, Renzo soltó una carcajada.
Por el contrario, Jaime tenía una mirada de total desolación.
«¡Dios santo! Me limité a lamentarme un poco. ¿Cómo podía la persona que creó el reino secreto ser tan mezquina como para
enviar a una bestia demoníaca a darme una lección?».
La impotencia se apoderó de él mientras miraba con atención a la bestia demoníaca que tenía delante.
«Esta vez, ¡seguro que me resulta imposible escapar!».
Sin dejar de mirar al hombre, el león gigante no hizo ademán de atacar. En su lugar, lo rodeó sin descanso.
A pesar de su falta de agresividad, Jaime no podía permitirse esperar y demorarse. De lo contrario, los dos hombres lo
alcanzarían. En ese momento, la muerte sería el único destino que le aguardaba si tenía que enfrentarse a la bestia demoníaca
que tenía delante y al dúo.
En cuanto se preparó para atacar al león gigante, los dos hombres lo alcanzaron.
En el instante en que el dúo se dio cuenta de que su camino estaba bloqueado por una bestia demoníaca, ambos se
deshicieron en carcajadas.
—Hoy tenemos mucha suerte, Granate. No sólo vamos a matar a Jaime para obtener los recursos prometidos, ¡sino que
también ganaremos un núcleo de bestia! —exclamó Ronan con entusiasmo mientras miraba al león gigante.
—En efecto, hoy tenemos suerte. Pero, ¿matamos primero a la bestia demoníaca o a Jaime? —Granate reflexionó.

Ronan tenía un brazo amputado en ese momento, por lo que sus capacidades estaban muy mermadas. Si tuvieran que
enfrentarse al león gigante y a Jaime al mismo tiempo, tal vez les resultaría difícil salir victoriosos. Por lo tanto, necesitaban
formar un equipo y enfrentarse primero a cualquiera de los dos.
—Matemos a Jaime primero. Me cortó el brazo. Voy a hacerle sufrir a cambio —Ronan declaró, mirando a Jaime con frialdad.
—Claro.
En respuesta, Granate inclinó la cabeza. Sin dudarlo lo más mínimo, se levantó de un salto. En un instante, la espada que
llevaba en la mano brilló con fuerza a la luz, dirigiéndose hacia Jaime.
Cuando eso ocurrió, la Espada Matadragones que Jaime tenía en la mano salió volando. Junto a su incesante zumbido,
corrientes de energía de espada salieron disparadas y bloquearon la hoja del hombre.
Tras esa visión, Ronan blandió su espada con una sola mano y cargó contra Jaime. Confiaba plenamente en poder matar a este
último con un solo brazo, puesto que el hombre ya no contaba con la protección que le ofrecía la Espada Matadragones.
Jaime miró al hombre que se abalanzaba sobre él, sumiéndose en la impotencia por un momento. Sus capacidades estaban
suprimidas, y no podía luchar contra Ronan.
Justo cuando Ronan estaba a punto de alcanzarlo, vio de repente al león gigante que seguía mirándolo con ojos depredadores.
Al instante se le ocurrió una idea. Sin previo aviso, disparó su mano hacia el león gigante.
Quería idear una manera de enfrentar a Ronan y al león gigante. Entonces, tendría una oportunidad de sobrevivir.
Por esa razón, planeó provocar al león gigante. En consecuencia, las cosas serían caóticas, y él podría encontrar una
oportunidad para emprender la huida.
Cuando extendió la mano hacia el león gigante, pensó que se enfurecería y arremetería contra él. De manera inesperada, se
echó a un lado y esquivó el ataque. Al hacerlo, puso los ojos en blanco y miró a Jaime con desdén.
Jaime se quedó estupefacto ante aquella mirada, nunca había esperado que una bestia demoníaca discerniera sus motivos. Por
eso lo esquivó. No tenía ninguna intención de moverse.
—¡Muere!

Mientras estaba distraído, Ronan llegó hasta él y descargó sin piedad la espada que tenía en la mano sobre la espalda de
Jaime.
¡Clang!
Se escuchó un golpe seco y Jaime salió volando hacia atrás. La sangre brotaba sin cesar de una herida profunda en la espalda.
Malherido, Jaime lanzó un chorro de sangre por la boca, y su visión se hizo cada vez más borrosa. Al final, se desmayó.
Ronan miró su espada y maldijo:
—¡Maldita sea! ¿Cómo entrenó su cuerpo físico para que sea tan resistente?
Se pavoneó hacia Jaime con la espada en la mano. Éste ya estaba inconsciente, así que había bajado la guardia por completo.


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