Chapter Capitulo 20
Capítulo 20
Mientras dudaba, de repente se escuchó la voz coqueta y llena de emoción de Fabiola en la escalera: “Carlos, ¡llegaste!”.
Antonio se relajó y se apresuró a levantarse para decir: “Fabiola, qué bien que llegaste, acompaña a Carlos y plática con él un rato”.
“Claro”, respondió Fabiola y se sentó al lado de Carlos.
Ella había escuchado desde arriba cuando Carlos preguntó por Estefanía. ¿Acaso él había aceptado venir a comer hoy sólo por esa zorra?
Pensó por un momento, luego estiró la mano para tirar suavemente de la manga de Carlos y dijo: “Carlos, en realidad hace un momento yo… lo siento, rompi la pulsera que me había regalado el abuelo Mendoza….
La pulsera se la había dado personalmente el abuelo Mendoza a Fabiola el mes pasado. “¿Qué pasó?”. Carlos frunció el ceño sin poder evitarlo.
“No sé qué pasó, la pulsera estaba bien antes de que mi hermana regresara, pero en un abrir y cerrar de ojos se rompió…”. Fabiola empezó a llorar como si fuera lluvia cayendo de sus ojos y con lágrimas rodando por sus mejillas, le dijo a Carlos en un susurro sollozante.
Parecía desesperada y no sabía qué hacer.
“Si el abuelo realmente se enoja conmigo, yo…, ella se detuvo a mitad de la frase y miró a los ojos de Carlos, estaba llena de incertidumbre.
Carlos la miró en silencio, y antes de que pudiera hablar, se oyó la voz insatisfecha de Antonio desde la escalera: “¿A dónde vas?”.
“¿No dijiste que me mudara? Ya encontré una casa”, respondió Estefanía bajando con su maleta con una respuesta tranquila.
“Quédate en casa, no te mudes”, la expresión de Antonio se volvió aún más desagradable. “¿Casa?”. Estefania no pudo evitar reir: “¿Qué relación tengo con esta casa aparte de abuelo? ¿Sabes lo que significa una casa?”.
La expresión de Antonio cambió una y otra vez y finalmente habló con la verdad: “Cuando Omar salga del hospital, la gente de la familia Vargas organizará una fiesta de
compromiso para ustedes, ¡no tienes permitido ir a ningún lado!”.
“¿He aceptado?”, preguntó Estefanía con voz suave.
“Estefanía, tú conoces M
le gritó Antonio señalándola.
bien tu situación, que la familia Vargas te acepte es tu suerte”,
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“¿Y eso qué tiene que ver contigo?”. Estefanía torció la comisura de sus labios con desprecio y respondió, “Cuando era pequeña, la corte me asignó a Sofía”.
“¿Sofía te ha cuidado en todos estos años?!”.
La expresión de Estefanía se volvió más grave: “Si ella me cuidó o no, ¡tampoco tiene nada que ver contigo!”.
Dicho eso, ya no queria seguir hablando con Antonio, agarró su maleta, bajó rápidamente las últimas escaleras y fue directamente hacia la sala.
Sin embargo, no había caminado mucho cuando vio a las dos personas sentadas juntas en la sala y se detuvo..
Carlos bajó la mirada y sus ojos se posaron en la maleta que llevaba Estefanía.
Estefanía acababa de empacar sus cosas arriba y no sabia que Carlos había llegado. Se miraron por un momento y luego ella miró a Fabiola, que estaba llorando a su lado, y no pudo evitar torcer la boca.
Luego aceleró el paso hacia la salida.
Al ver
Carlos no apartaba la vista de Estefanía, Fabiola tiró suavemente de su brazo y
que dijo con una mirada lastimosa como si ya se hubiera olvidado de que ella estaba a su lado: “Carlos, lo de la pulsera…”.
“Es sólo una pulsera”, respondió Carlos retirando la mirada y con tono indiferente.
“Entonces…. Fabiola se secó las lágrimas, como queriendo decir algo más.
“Tengo un asunto de último momento, hoy no cenaré aquí”. Carlos interrumpió sin esperar a que ella hablara, retiró su brazo con disimulo y se puso de pie para irse.
Fabiola se quedó atónita por un segundo, pero luego se levantó de un salto: “Oye, pero yo me levanté tempranito para comprarte alfajores en Sabor de la Vida, y mi madre también madrugó para hacerte tu platillo favorito, mira…”.
Carlos echó un vistazo a los pasteles finamente dispuestos en la mesa, pero no sintió ni un poco de hambre.
“No me gustan los dulces”, respondió con indiferencia.
Fabiola estaba segura de haberlo visto en Sabor de la Vida comprando alfajores más de una vez, y también lo había visto comiéndolos, ¿Cómo era que ahora de repente no le gustaban?
“¿Entonces qué quieres comer? ¡Iremos a comprarlo ya mismo! Carlos, ¿estás enojado conmigo?”. Fabiola lo siguió, sintiéndose algo desconcertada, “En el cumple de Joaquín yo…..
“Ya que
el anciano te invitó, claro que tuviste que ir”. Carlos la interrumpió antes de quel
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terminara de hablar, se detuvo y giró para mirarla con el celto fruncido.
Fabiola suspiro aliviada por dentro y no se atrevió a preguntar más, lo acompañó hasta la puerta y lo vio subirse al auto.
“Señor Carlos, tenemos un problema”. Rafael esperó a que Carlos se acomodara, luego le pasó la tablet y habló en voz baja.
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